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miércoles, octubre 08, 2003

Todo tiene un límite 

Cuando éramos chicos, te presté mi triciclo. Te legué pulóveres, pantalones azules de gimnasia con las tres tiras, zapatillas blancas, poleras, camisetas, mi vaso de los Thundercats con Leono y mi bicicleta con rueditas.
Te apropiaste de mi pieza (cuando me mudé a la mía, que es una ratonera). Te quedaste con el Sega, con la tele grande, con el canasto de mimbre.
Cuando empezaste la primaria, hiciste la investigación sobre el tigre aproximadamente seis veces seguidas (y la sacaste de mi trabajo, de ese que me quedé haciendo hasta las cuatro de la mañana a mis doce años). Te quedaste con todas mis monografías, mis composiciones sobre San Martín y mis Anteojito recortadas.
Cuando empezaste la facu, ni que hablar que tenías las mismas materias introductorias que yo. Por lo cual seguiste con tu plagio voraz.

Yo te lo acepté todo sin una sola queja. PERO QUE AHORA TE QUIERAS PONER UN BLOG VOS TAMBIÉN...

TE FUISTE AL CARAJO, MATIAS (*)




*: mi hermano.

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