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domingo, marzo 14, 2004

El club de las vocaciones perdidas 

O, como se le conoce en la yeca, Cantobar. Fue el cumple de Belu -el que la conoce bien, el que no la presento: es una estrella de azúcar, es la persona más dulce que conozco hasta ahora, es la novia de Silvio y la quiero muchísimo-, y fuimos a un cantobar en Belgrano para festejar. Mucha comida, mucha bebida, mucha gente que quiero se juntó en un solo lugar y sólo para hacerme sentir bien (seh, fue por Belu, pero el carácter transitivo me salva).
Pero, gente, no da pedir temas de Valeria Lynch, de JAF, de CAE. NO DA. Y menos cuando no sabés cantar. No da porque las dos neuronas que me andan se abocan a la tarea de sacar el cuero y ahí babeo cuando como, no coordino encendedor y cigarrillo, despliego mi simpatía sin límites y mi caída de ojos patentada con la persona equivocada... en fin.
Por otro lado, se arma linda joda cuando la gente sale a bailar, el que canta queda como un boludo porque aún estando under the spotlight nadie le da ni cinco de bola. Y, broche de oro recomendable para cualquier salida: un pancho de Peters con cheddar y aceitunas verdes. Doble ración de papas, por favor, que con eso que me pusiste me lleno el agujero que me quedó de la muela que me saqué, corazón.
Ah, el lunes empiezo a trabajar.

Tonight's song (II) -estuve mucho tiempo sin postear y hay canciones that you MUST listen to-: If I only had a brain - Abbey Lincoln. Best served with: empezar bien la semana, cosa que se da cada alineación de la Osa mayor con la nebulosa de la Cueva del Bosque.

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