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sábado, junio 19, 2004

Polaroid áurica 

Tolstoi me abraza y me regala finales abiertos, comienzo una cruzada para instaurar un nuevo régimen horario para la gente nocturna -somos mucho más interesantes- pero el mundo se empeña en empezar a las seis de la mañana.

Deseo frustrado de sábado a la tarde: llenar una pileta olímpica con carne de milanesa entibiada en microondas y huevo, y nadar, nada de nada y nadar. Sentir como me recorre viscosa el cuerpo, voluptuosa y con olor a sangre coagulada. Salir de ahí como un recién nacido, cubierto de líquido amniótico y fervientes ganas de frotarme contra otro, de comerme a otro. Y ensalada rusa.

Me asusta estar tanto tiempo con el cerebro apagado. El grupo electrógeno se quedó sin nafta y nada lo enciende. Finalmente, y contra todos los pronósticos, parece que en realidad sigo dependiendo de alguien para ser feliz. Y ese maldito y anónimo alguien ni siquiera lo sabe.

Perfecciono mi coqueteo histérico por el programejo de mensajería instantánea, pero nadie me desafía. El "¿Qué hacés esta noche?" es demasiado poco, después de los ardorosos mails, prometedores y asquerosamente inconclusos. Es como levantarte todos los días con un bad hair day y la cara hinchada, de una resaca que jamás se va, que nunca llegó.

Ayer me dijeron que tenía buen culo. Todavía me llama la atención que no se den cuenta que lo que tengo bueno es el instinto de ocultarlo bajo pantalones sueltos, anchos, oxford. Mi parte irremediablemente narcisista y predecible se regocijó mucho; mi otra parte, que proclama la inteligencia como main asset to a great seduction session, se indignó y se fue a la costa por el fin de semana largo. Con razón.

Tonight's song: Shall we - Cassandra Wilson. Best served with: recital, cumpleaños y mañana llegar al día del padre con inamovibles lentes à la Cops.

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