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domingo, julio 04, 2004

Pánico Escénico 

Las piernas nunca cruzadas, que le quedan marcadas. Además, tiene que enfundarse en esas medias caladas tan sugerentes, llenas de encajes ocultos a simple vista, develados en una futura instancia a la que nunca llega.

La puerta con la consabida estrellita y su nombre permanece cerrada, es su momento de introspección. La fila de bombitas de luz la encandila, le oculta su belleza callejera mientras se mira al espejo, aplicándose una capa más de delineador líquido en esos ojos de por sí profundos.

Un poco de labial rojo pasión, grosella, carmín, sangre. Un poco de brillo, que se embarra y obliga a pasar la lengua sensualmente. Sabe a frutillas y a cosmético, ese regusto a polvo coloreado que años y años de investigación de Avon en conejitos no pudo eliminar.

Besa el aire, baja los abanicos de sus pestañas en la posición de "I wanna eat you alive" y se desprende los ruleros que castigan sus cabellos rubios de mentira. Es una nube de rizos dorados, apretados, un disfraz de corderito que esconde a la loba más hambrienta. Comienza a cepillarse, desarmando la farsa, hasta que su cabeza queda coronada por un halo de angelical santidad sólo refutada por el lunar que tiene sobre sus labios. Perfecta.

Se despoja de la bata azul francia, de terciopelo, de pesada cortina de teatro, de lugar común, y aprecia su cuerpo desnudo a la luz traicionera de su camarín. Los pechos pequeños, justos, firmes; los pezones rosados y redondos, áuricos; los hombros lechosos y brillantes; los esbozos de las costillas y el ombligo que sugieren sólo un camino. Sus caderas circulares, su monte que grita verdades, sus muslos bien torneados y cálidos, invitantes a la caricia; sus pantorrillas ligeras y sus pies, pequeños y rematados de brillante borgoña.

Da media vuelta y se observa la espalda. Una fina linea serpenteante la separa en dos, dejando su cruz del sur de un lado, sus tres marías del otro. Los omóplatos se dibujan tenuemente, como alas que no terminaron de desarrollarse, que alguien -o quizás ella misma- truncó. Y sus nalgas, perfectas esferas, precedidas por la breve, envidiable cintura, de esas que pueden rodearse con una sola mano.

Se introduce como miel en su vestido, de una seda extraña, casi translúcida. Corre como viento por su cuerpo hasta que se adhiere. Ahí está, su segunda piel. Debe cuidar no tener frío, o no excitarse. El maldito pedazo de tela que la cubre no sabe guardar secretos.

Desliza sus piececitos dentro de los drop dead gorgeous red stilettos y echa al aire una bocanada de esencia de rosas. Está lista.

Las cortinas están cerradas, el auditorio está en silencio. Se aproxima al viejo micrófono y respira hondo. La luz comienza a colarse por la hendidura central que antecede al aplauso del público, a la marejada de miradas que se clavan en ella, que ella no distingue.

Un escalofrío la recorre de punta a punta. El piano empieza a desgranar las primeras notas, ella abre su boca acorazonada y.


Tonight's song: Satin Doll - Ella Fitzgerald. Best served with: saber que Lux jamás podrá hacerte una estrella.

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