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jueves, febrero 24, 2005

Clavel del aire 

Lo heredó del padre. El negocio, y los ojos grises arrugados antes de tiempo. De la época en que los inmigrantes italianos, llenos de bríos y ganas de trabajar, fueron dividiéndose entre los "vivos" que progresaban y salían de los conventillos, y los "quedados" que hacían calceta en camiseta desde que salían de trabajar hasta que se levantaban al otro día.
Ferretería Ángel. Empezó vendiendo clavos baratos, que duraban tanto como feos eran los cuadros que sostenían. Prosperó cuando su padre se entongó con ciertos turcos que vivían en el barrio de Montserrat, lleno de casas viejas (sí, ya en esa época eran viejas) y veredas acanaladas, marroncitas.
Entonces, como era predecible, su padre se queda duro de un ataque al corazón, fruto quizás de lo mucho que extrañaba a las pieles olivas y lo mal que le caía el mate. Y Angelito, Tito, se tuvo que hacer cargo de todo, abandonando sus estudios de Ingeniería Mecánica, la carrera del futuro.
Si pasás por la esquina de Chile y Saénz Peña todavía la ves. Azul, ajada, fresca aún en el más torrido día de verano -quizás por el frío metal que la llena-, terrosa, polvorienta. Desangelada.

Tonight's song: I'm a loser - The Beatles. Best served with: conformismo.

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