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domingo, agosto 07, 2005

Una ayudita 

La diferencia entre cualquier mendigo que se precie de tal y esta señora tan particular es que esta última se niega rotundamente al tono lastimero y trillado que emplean los demás. Nada de voces estiradas, cansinas, de monólogos repetidos que pierden el sentido al ser escuchados, a lo lejos, en el vagón anterior (si es que alguna vez tuvieron sentido, ¿qué es eso de andar pidiendo limosna para sobrevivir?). Con su voz rasposa, de muchas zetas y pocos dientes, la señora conmina -exhorta- al pasajero a ayudarla. Su pierna izquierda, aún un poco más rellena que toda ella, es grisácea, varicosa y está cubierta por un vendaje polvoriento y arratonado. Cosa curiosa, lleva un bastón à la Steve Tyler, con pañuelos deshechos colgando de la desgastada corona que resplandecía en su punta y que ahora es un amasijo amorfo, y donde esconde las peores drogas: la miseria, el
conformismo, la inexorabilidad, la desesperanza más absoluta, la necesidad en su estado puro.

Pensando maliciosamente, puede uno ponerse escéptico y concluir que es todo una gran mentira. La señora podría vivir cómodamente en un dos ambientes y "lookearse" antes de salir; engrasándose el pelo ralo con el aceite que le sobró de la tortilla española; atorándose en la ropa que utiliza todos los días, para darle ese toque "vintage" que tan de moda está; hasta debe tener vendajes preparados de antemano, que arrastra por las macetas de su balcón para avejentarlos a propósito.

De todas maneras, me inclino a pensar que no está mintiendo. Representa más esfuerzo aparentar necesidad que realmente sufrirla, aunque una generación entera -la nuestra- crea ciegamente (y ponga en práctica) todo lo contrario.

Tonight's song: Mr. Bojangles - R. Williams cover. Best served with: mirate el ombligo, maldita sea.

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