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viernes, septiembre 02, 2005

Pequeño Manual Peluqueril No Ilustrado. 

Todo lo que siempre supuso sobre la Peluquería, pero no se animó a corroborar.


1. ¿Peluquero = Gay?

En las peluquerías femeninas, los peluqueros perciben un sueldo directamente proporcional con la postura que adopten: cuanto más gay, mejor.

Por supuesto, esta maravillosa estrategia tiene fundamentos muy sólidos: el gay es el mejor amigo de la mujer, nunca competirá con ella en cuanto a belleza, siempre sabe lo que está a la moda, se viste bien, tiene buen gusto, comparte momentos de gourmet.com y limpiezas faciales con la fémina, e infinitas situaciones que hacen que la mujer le otorgue toda su confianza. Para ella, tiene lo mejor de los dos mundos: piensa como muchacha, pero tiene pene, con lo cual no representa una rival a vencer.

Si este gay es peluquero, muchísimo mejor. Semeja una especie de divinidad llena de plumas que otorga hermosura sin pedir nada a cambio (bah, unos pesitos), envidia-free; duty-free, free love, flower power. Palabras como "divina", "diosa", "hermosa", "princesa", "reina" y "diva" son constamente enunciadas, apuntalando la autoestima femenina.

Pero sepa, querido/a lector/a, que no todos los peluqueros son gays. (Inserte su CHAN aquí). Algunos SE HACEN, y la hacen bien. Se cansan de levantarla con pala, con sólo ponerse brillo en las uñas y una voz melosa y acariciante. Son más vivos que todos nosotros juntos, y no se comen ninguna.




2. Peluquería INTEGRAL (todos, todos los pelos)

En la gran mayoría de los casos, los locales de peluquería cuentan con un área de depilación y belleza que, en teoría, excede al trabajo de un estilista estándar.

Especialmente diseñado para que la mujer aproveche su tiempo ("tiempo" y "peluquería" son dos términos que no pueden estar juntos en una oración coherente, pero disculpe el lapsus y siga leyendo), esta sección provee servicios de remoción de cabello, pero en zonas que nada tienen que ver con la cabeza. Una olla de cera usada hasta el hartazgo, hirviendo, nos da la bienvenida, mientras Ester remueve el amasijo con un palo de madera y echa una carcajada maligna, cual bruja de Salem. Sabe que va a doler mucho, y se regodea en ello.

No importa el estado de tus pilosidades, siempre encontrarán un pero. "Pero esto está muy largo", "Muy corto", "Muy crecido", "Muy encarnado", "Muy débil", "Muy fuerte". Sufren de antemano, como si fueran ellas las que aguantan tirones al lado de la choch, picaneando cada nervio que acompaña al folículo piloso.

Nunca terminan bien el trabajo. O te dejan cera pegada, lo cual dificulta que te pongas los pantalones sin atorarte; o te plantan los pelos, en vez de sacártelos; o escarban concienzudamente con su garfio/pinza de depilar hasta hacerte sangrar, y levantan al encarnado rebelde en alto, mostrándotelo en toda su extensión, con una sonrisa de sádica satisfacción en sus bigotudas caras.

Lejos, es la subespecie de fauna peluqueril más odiada. Es un trabajo duro, pero alguien tiene que hacerlo.



3. Pelucultura.

(Perdón, "cultura" y "peluquería" tampoco son términos compatibles entre sí, pero permítame ilustrar mi ejemplo). Gracias al vasto y edificante material de lectura disponible en el establecimiento, y que releeremos incontables veces porque:

a) siempre hay que esperar a que Doña Rosa termine de hacerse su permanente;
b) no hay presupuesto para comprar ediciones posteriores a 1999, con lo cual vivimos exaltándonos porque nos enteramos, mes tras mes, que murió Lady Di;
c) ya nos conocemos de memoria los posters ochentosos y descoloridos que adornan el antro peluqueril, y ya dimos vuelta por el anaquel de las cremas más de 10 veces y conocemos la composición química de cada producto;

terminamos siempre matando el tiempo gracias a la inefable ayuda de Pampita. Resulta un entretenimiento barato, sano y muy convocante, el de contarle los pozos del culo; construyendo autoestima porque "Ni Pampita zafa de la celulitis". Variantes aceptadas por reglamento: Modo difícil (sólo para federadas): Nicole Neumann, Luciana Salazar. Modo fácil (para principiantes): Daniela Cardone, Carmen Yazalde.

Recuerde: está mal visto llevar cualquier tipo de literatura, tapa blanda o dura, colección o edición individual, que exceda el reino de las revistas y publicaciones mensuales. El grupo sociológico que se conforma en la peluquería ve en la literata en potencia a una snob estirada que se la da de culta, lo que puede llevar a murmuraciones bífidas y posterior mal de ojo.



4. El peluquero y la comprensión de una consigna.

No importa cuántas veces se lo expliques; cuántas fotos, ilustraciones, hasta amigas con el mismo corte de pelo lleves; el peluquero jamás entenderá el look que querés lograr. En su mente, tu cabeza desgreñada y mal teñida es un bloque de mármol, y sus tijeras son cinceles: a la manera de los grandes escultores, para liberar la pura esencia del arte -y de tu estilo- debe quitar lo remanente y dejar que sus dotadas manos fluyan libres; amputando cualquier mechón que le parezca poco estético.

Una vez que la dolorosa operación ha concluido, el estilista se queda pasmado, admirando su obra desde todos los ángulos, y explicando cada corte: "Estas crenchas están así para lograr más volumen, ¿ves?", "El flequillo está para taparte las arrugas de la frente, además está de re-última, ¿no la viste a la Brédice?", "Sí, te lo lavé, pero ahora se usa el engrasado, es re-top que parezca sucio, aunque te esté cobrando $30 el lavado".

La mujer se va convencida de la peluquería, hasta que llega a la casa y su marido, apenas conteniendo la risa, le dice "Estás distinta. ¿Te hiciste algo en el pelo?".



5. La peluquería como ambiente fashion

El escenario varía bastante si la peluquería está emplazada en zonas como Palermo Hollywood, Microcentro, Recoleta y aledaños. En dichas áreas urbanas te sirven daiquiris; cafés con Baileys; margaritas y hasta tequilas; mientras aseguran que te están dando un estilo único. El mismo que usa todo el universo post adolescente biam de capital: corte casquete, flequillín al costado y mechas hasta el culo.

En estos establecimientos, los peluqueros se llaman Ricky, Tony, Coco o Mateo y usan bandanas con lentejuelas; y las chicas se llaman Cata, Tere, Vico o Valentina y se pasean espléndidamente lánguidas por los pasillos, luego de haberle devuelto al inodoro su frugal almuerzo.

Si bien son locaciones altamente snobs y elitistas, no por ello son un juntadero de idiotas: este tipo particular de peluquerías ha inventado una estrategia de satisfacción del cliente impecable. Para el momento en el que a la mujer se le pasa la resaca de haber tomado tres daiquiris de frutilla ("Ay, pasan como agua, ni me dí cuenta cuando me los tomé"), un tequila y dos margaritas (a esa altura ya estaban cantando "Nothing compares to you" a coro con el peluquero gay y su escuálida asistente); se da cuenta del craso error que ha cometido, y se siente ultrajada: la han timado, la han emborrachado a propósito, han hecho de su pelo un matorral y encima ha pagado por ello. Sin embargo, como en el momento se sintió tan bien, tan adulada, tan perfecta, volverá el mes siguiente, con toda seguridad.

Brillante. Maquiavélicamente brillante.



Tonight's song: El extraño de pelo largo - Los enanitos verdes/Lito Nebbia. Best served with: un par de tijeritas chinas y un poco de determinación usually do the trick too.

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